Pablo Moctezuma Barragán
A los ciento once años de edad dejó Ana María Rueda este plano existencial. Ella vivió en Azcapotzalco, en la Colonia del Gas, todavía hace poco salía y hasta se iba a Acapulco con los suyos. Perteneció a una familia de ferrocarrileros. De hecho, se iba a casar con Paco un joven muy rico, ella era muy pobre, cuando quince días antes de la boda – se aventó – decidió hacerse novia de Álvaro García Becerril que trabajaba en Pantaco donde también laboraba su hermano, entonces dejó a Paco, y se casó a los 17 años, con el amigo de su hermano, el cual enfureció con la decisión de Ana.
Pero ella siempre hizo su voluntad y no se dejó atar. Al morir Álvaro, quedándose pobre y con hijos, se dedicó al comercio, trabajó mucho, se puso a vender ropa. Todos la querían porque era muy generosa y abierta.
Nunca se desanimó y era la centenaria más viva y activa de toda la región. Amó la vida y no la soltó hasta el 29 de enero de 2020. Murió tranquila, contenta de haber rodado y rodado toda su vida. De chica le decían “Ana Charales” porque corría y corría todo el tiempo, cada 15 días rompía sus zapatos. Se quedó huérfana pero nunca perdió la alegría.
Como su abuelita no tenía para darle de comer trabajó desde muy chica. Se volvió la “jefa” de su vida, pues trabajaba, ganaba dinero, tenía ropa y comía y era libre. Quizás por eso corría y corría por llanos, milpas, huertos y ríos de agua limpia del Azcapotzalco de principios del siglo XX.
Ana tenía un corazón que rebozaba amor y eso la conectó más con la vida, con la gente, gozó y sufrió, pero nunca dejó que el sufrimiento la dañara. Hasta sus últimos meses contaba con un vozarrón que le permitía siempre tener atentos a sus oyentes, lúcida, optimista, sincera, un amor de mujer. Afortunadamente siempre tuvo con ella a su hija Genoveva y a su familia que le daba ánimos, a pesar de que al último le dolía todo el cuerpo. Pero nada la detenía. Parecía ser una joven de ochenta años y no una anciana de ciento diez.
Ana María, la de la sonrisa, la del entusiasmo, la de la fuerza, la imbatible, hoy corre y corre, rueda que rueda por lo más alto y lejano del azul del cielo, desde allá nos anima a todos a vivir la vida plenamente, como ella la vivió.