La noche debía ser triste. Es que las despedidas duelen. Tal vez por eso mucha gente antes de mudarse hace fiesta: para ocultar el sufrimiento. Pero una noticia 24 horas antes, el 29 de enero de 2019, transformó la reunión de despedida del Café Trevi en una celebración por la resistencia. Hasta Shabaka Hutchings, el saxofonista inglés que está rompiendo la escena del jazz londinense, expulsó notas de triunfo en el lugar.
Se festejó que las meseras seguirán sirviendo el chocolate dulzón. Que los inconformes que acompañan una marcha de protesta al Zócalo seguirán tomando ahí una cerveza que calme la sed. Que los clientes de siempre seguirán comiendo pizza y bebiendo mezcal. No era para menos su alegría: la orden de desalojo en contra del Café Trevi no se ejecutó.
Los pequeños locatarios —como Julio César Castillo, quien está al frente de la cafetería— y vecinos del único inmueble de uso habitacional en el número 1 de la calle Cristóbal Colón —prácticamente dentro de la Alameda Central—, luchan para no ser expulsados de sus casas, sus trabajos y su barrio: el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Una voz al micrófono, la de Carlos Acuña, desalojado hace unos meses de su departamento en el edificio que ya todo mundo identifica con el nombre de la cafetería, da el contexto: “Han sido dos años desde que decidimos, un pequeño grupo de vecinos, defender este espacio. No sabíamos que defender un edificio era defender territorio. Y el territorio es algo muy importante y peligroso, porque por suelo y tierra se mata en este país. Siempre pensamos que esto es en el contexto rural, de los estados. Nel. Ni madres”.
Hace dos años, en marzo de 2018, los inquilinos del Trevi recibieron una notificación: el edificio completo había sido comprado por una empresa y debían dejarlo en una fecha específica. Luego se enteraron que la firma Publico Coworking y Banca Mifel estaban detrás de todo: la primera quiere convertir el edificio en oficinas de coworking o un hotel boutique; la segunda es el nuevo dueño del inmueble.
Entonces comenzó la lucha de estas personas porque sea reconocido su derecho a comprar cada uno sus viviendas o negocios. Es el llamado “derecho al tanto”, contemplado en el artículo 2447 del Código Civil del Distrito Federal. En pocas palabras establece que el inquilino que cumpla determinados requisitos será al primero que se le ofrezca el inmueble si el propietario desea vender el espacio arrendado.
“(Banca Mifel) ha interpuesto 14 demandas de arrendamiento, de las cuales tres han derivado en desalojo forzado con implemento de peligrosidad y agresividad” dice en el micrófono Lizbeth Olmos, abogada que atrajo el caso del Trevi. “El último que se vivió aquí fue con personas pagadas, con la mecánica conocida: con mochilas, chalecos, con gorras, robando todo lo que encuentran, con golpeadores, amedrentando a la gente que está dentro del inmueble y actuando de una manera cuestionable para una institución financiera que tiene prestigio en el país y a nivel internacional”.
Uno de los desalojos más conocidos ocurrió en agosto de 2019 contra Carlos Acuña, quien llevaba nueve años viviendo en el edificio. Entonces el también periodista tenía contrato de arrendamiento vigente, iba al día con sus rentas y tenía dos amparos en trámite.
“Los desalojos son con mucha violencia”, narra Carlos. “Llega la gente drogada —les dicen cargadores pero en realidad son golpeadores— con armas, llaves stillson. A mí me amenazaron. Roban. Se me acusó falsamente de no pagar la renta, cuando todas estaban depositadas y el contrato estaba vigente. Nos da un poco de miedo enfrentarnos a monstruos, a gente que no tiene rostros, que es un banco”.
Sin embargo, los esfuerzos de los vecinos del Trevi van más allá de la defensa de sus hogares y fuentes de trabajo: tienen una lucha contra la gentrificación. Para ello han realizado conciertos, eventos culturales y han creado la 06000 plataforma vecinal y observatorio del centro histórico.
“Nos quieren hacer pensar que la gentrificación es un proceso suave y casi natural, que un desplazamiento de población está chido porque se remodelan banquetas, mobiliario público”, reclama Carlos. “Y no nos damos cuenta, medios, autoridades o la gente misma, que la gentrificación es un palabra para invisibilizar la ilegitimidad con la que esos cabrones se hacen de la propiedad del suelo; y la corrupción del aparato de justicia que siempre favorece a los bancos y las empresas. Y que el despojo de inmuebles no es solo despojo de un suelo sino de derechos. Lo vemos en habitaciones que son ataúdes en potencia y que los cobran al doble, mientras edificios que estaban bien y que eran de vivienda popular ahora van a ser hoteles, porque eso es lo que quieren hacer con el Trevi”.
Consecuencias de la gentrificación en la Ciudad de México hay muchos. Basta recordar dos: el daño ambiental y desplazamiento de habitantes del pueblo de Xoco, en la Alcaldía Benito Juárez, por la construcción de la torre Mitikah, que pretende ser el rascacielos más alto de la ciudad con 276.3 metros de altura. Y el asesinato, en junio de 2019, de Cristina Chavarría, quien tras varias denuncias logró que clausuraran la construcción ilegal de una torre a un lado de su casa, en la zona de la Condesa.
Por eso había que celebrar que se ganó una batalla al sistema; que en ese espacio no se instalará pronto una cadena de hamburguesas, tal como se enteraron los vecinos; que el argumento de los supuestos de 200 mil pesos de renta que debía el Trevi no sirvió para desaparecerlo. Y que el juez Septuagésimo Segundo de lo Civil, José Encarnación Lozada Cielos, dio un fallo a favor de la ciudadanía en el expediente 989/2019.
“El juez determinó que lo justo es enviar esa controversia de arrendamiento al juicio que nosotros iniciamos en donde se está peleando que les vendan el inmueble”, explica la abogada Elizabeth Olmos. “Hoy se determina no ordenar un desalojo en contra de este espacio, sino acumularlo al juicio donde se va a determinar si efectivamente tienen o no ese derecho (al tanto), que estamos luchando desde hace dos años que se respete”.
También había que celebrar que el rayo de esperanza para que el Trevi y su gente no sean expulsados del Centro se hace más intenso.
“De repente el gobierno nos llama, nos involucra en un diálogo y dice queremos comprar el edificio Trevi. Y el 30 por ciento de vivienda que ya se perdió destinarla a vivienda social. Nos parece increíble”, cuenta Carlos Acuña. Aunque aún tiene dudas: “¿Quién gobierna la ciudad? ¿El gobierno que actúa con nuestros impuestos o el capital inmobiliario y los bancos que tienen el dinero para comprar jueces, modificar leyes y hacerlas a su modo?”
Que el Café Trevi permanezca abierto no es una cosa menor. Se trata de la conservación de uno de los patrimonios barriales del Centro Histórico de la CDMX. Es un espacio con memoria, así como los otros negocios instalados en el edificio, como las Tortas Robles o el Café Denmedio, que perdió la batalla y bajó definitivamente la cortina el 2 de febrero.
Aún los vecinos y locatarios del edificio Trevi esperan la resolución del juicio que determinará si pueden comprar o no sus departamentos y espacios de negocio.
Mientras, el Café Trevi se queda.