Crónicas Milongueras: Miguel

Miguel

Miguel baila tango desde hace más de una década, se le ve, se le nota el trabajo técnico y el conocimiento del ritmo milonguero. Tiene treinta años, es delgado y se mueve con una gran soltura. Cuando estudiaba literatura una amiga le pidió acompañarla a las clases de tango, y él, como buen amigo, accedió, quedó prendado a ese sonido, al abrazo. Desde entonces baila, para él, “estamos en una época de individualismo, por eso, cuando te abrazas con otro se da una sensación de que no estás solo en el mundo”.

“La danza, del tango”, dice, “es comunicación, si el mensaje llega recibe una respuesta, es de ida y vuelta, si no hay dos, no hay tango”. Xola para Miguel es su casa. Da clases ahí, desde que se fundó la milonga. A Miguel se le puede ver en todo tipo de milongas, pero como muchos, prefiere las públicas, ya que en ellas se tiene contacto directo con la gente que pasa y que a veces, sin querer, o más bien queriendo, escucha, mira y pregunta por clases. Además de que “el aire fluye libre sin paredes de por medio, no te ves obligado a consumir algo de comer o beber, hay libertad”.

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