Alan Ivan
Una tarde más en casa, de esta eterna cuarentena, y los días que faltan. De esas tardes solitarias y guardadas en casa, a pesar de ya poder salir con precaución a las actividades estrictamente necesarias, donde tomamos por nuestro bien la sana distancia, con los amigos, familia, compañeros de trabajo, esas tardes que ya exploramos cada rincón del hogar, ya arreglamos lo que teníamos que arreglar en casa, lo que habíamos pospuesto por falta de tiempo por fin lo hicimos, una tarde en la cual deseas que nadie de la familia enferme, que todos los tuyos estén sanos, pero de pronto, entra una llamada al celular, la cual no esperas recibir, es de alguien que por lo habitual no te marca, suena tantas veces que se pierde la llamada, pero es tanta la insistencia que vuelven a marcar, y de pronto el contestar y oír a través del auricular una voz quebrada rompiendo en llanto y diciendo se nos fue, ahora si se nos fue. Dejando el llanto a un lado, pero sin dejar de sollozar, dicen que no habrá funeral y que solo se dará acceso a quince personas al servicio funerario, nunca más podré verla, ya que el féretro será sellado y encapsulado y nunca más sería abierto, así que me resigne a saber, que como la había visto siete días antes, sería como la recordaría para el resto de mis días. El poder analizar en pocos segundos toda la situación y saber que la vida es muy frágil y que el covid-19, sí, ese virus que vemos tan lejano y en el cual algunas personas a estas alturas de la pandemia no cree, se había llevado a alguien cercano, el saber que no solamente son números los presentados por el gobierno, sino que cada dígito de esa cifra tan grande, es una persona que perdió la batalla. El poder entender que en estos momentos, es cuando de verdad se valora lo que para muchos es algo insignificante, el abrazarse y poder demostrar el amor a través de un apapacho.
Una vez sabiendo la hora y el lugar del entierro y todas las medidas que el panteón había previsto para la entrada de los dolientes, me encontraba en otra encrucijada, por una parte el querer ir a despedir a una amiga y por otro, el pensar que podría contagiarme, que los contagios están aumentando y que las medidas sanitarias de las personas van menguando, el no saber si mi cuerpo resistiría a ese virus, el cual se había manifestado en alguien cercano y que me quitaba todas dudas sobre su existencia, era una decisión difícil, pero decidí asistir. Tomé mis precauciones necesarias, tome mi mascarilla, mi careta y guantes, un poco de gel en envase y me dispuse a salir de casa. En el recorrido hacia el panteón pude ver gente sin mascarillas, sin protección, algunos sin la sana distancia requerida, viviendo el día como si fuera normal, pero no es entendible que sabiendo las cifras, ya aproximándonos a los 100,000 fallecidos, haya gente que no tenga cuidado por si mismo o por la gente que le rodea.
Pude llegar al panteón donde ya nos esperaba un contingente de personas, con un protocolo de entrada, el cual nos dio las instrucciones para nuestra estancia en el cementerio y el tiempo máximo para estar allí, ya que ese día esperaban veintiséis cuerpos y veinte eran por ese virus que nos tiene resguardados de marzo pasado. Llegó la hora, entramos junto a la carroza, caminamos unos doscientos metros y ahí estaba la última morada, para quien no pensó que sería su última semana en este plano terrenal, junto a su fosa, veinte fosas más de manera consecutiva, para los siguientes cuerpos, que llegarían como si los estuvieran reproduciendo de manera industrial, nos pidieron estar a más de dos metros de la fosa, el llamado puño de tierra no se le pudo aventar, todo estaba controlado, menos las infinitas ganas de llorar, por esa persona que tal vez por un descuido, terminó su ciclo anticipadamente, procedieron a bajar el cuerpo y entre lágrimas de los pocos acompañantes quedó allí ,el cuerpo inerte.
El covid-19 nos enseñó a vivir una vida menos acelerada, que no teníamos nada seguro y a valorar el tiempo que pasamos con la gente que nos rodea. Así que enfrentemos esta pandemia con madurez y firmeza, ya tendremos el tiempo de poder salir, este día de muertos no te arriesgues recuérdalos desde casa. Recuerda que un descuido, puede acabar con nuestra vida.